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LJ hablando de LJ.

Nuestra lista 2014: Gente, cosas y lugares que molan

Es fin de año, es momento de hacer listas. Es Navidad, es ese momento especial para mostrar aun más buen rollo vital.

Así que Sofía, Vicenç y LJ nos hemos propuesto hacer una lista de la gente, las cosas y los lugares más guay que hemos conocido en 2014. La lista podría ser eterna, pero cada uno de nosotros ha seleccionado tres, que unimos en este post que publicamos, a la vez, en nuestros tres blogs.

¡Así que pedimos perdón a todos los que no salís en esta lista, también nos moláis! Por cierto, el orden es completamente aleatorio.

 

#1 el Harlem

Cuando la gente habla de Nueva York se refiere generalmente a Manhatan. Sus rascacielos, los teatros, la Estatua de la Libertad, Central Park, los centros comerciales… a Vicenç le encanta Nueva York (¿y a quien no?). Pero este año, más allá de los rascacielos de la isla, descubrió el fantástico mundo del Harlem. Un barrio vibrante, que rebosa energía, con mucho jazz, tiendas de discos y comida de todas partes (y muy buen té de todos los rincones del mundo). El Harlem no es solo una visita fugaz para escuchar una misa gospel, es un territorio plagado de sorpresas que da un contrapunto fantástico a un viaje típico a la gran ciudad y que es mucho más seguro de lo que los turistas puedan pensar.

Recomendamos: pasear por las calles de Harlem, o por cualquier barrio más allá del centro de las ciudades que habitas o visitas.

 

#2 Pere Jou

LJ ya sabía de él antes de 2014, es muy fan de su música. Ya lo había visto en vivo, en sus conciertos, pero acabando el año lo ha conocido en persona y nos ha estado dando la brasa con el encuentro desde entonces. LJ ha puesto a Pere Jou en la lista porqué es un groopie muy peligroso, pero no le negaremos el talento musical al chico.

Recomendamos: la música de Quart Primera (el grupo de Pere Jou, que antes que se marche el frio nos traerá nuevo disco) y la música de cualquier autor que te erice la piel.

Enlaces: Web | YouTube | Spotify

 

#3 Alex y su clase de Zumba

Sofia es bastante snob. Y por supuesto entre sus gustos figuran cosas que quedarían muy bien sobre papel o en pantalla. Le gusta el jazz, el vino tinto, el cine independiente y los zapatos caros. También tiene un punto sarcástico con el que ataca a todos los clichés que conoce, siendo la mayoría de las veces, ella misma un cliché de manual. Pues quiso la casualidad que después de reírse mucho de las cuarentonas que se dedican a quemar grasa con el zumba, entró un día a la clase de Alex. Y la verdad es que las coreografías no pueden ser más ridículas y la música no puede ser peor, aunque quemes calorías, eso no se puede negar. Pues resulta que le encantó. Y cada miércoles, si el trabajo se lo permite, a las 19,30 se enfunda en sus mallas y se va a bailar, llegando al ridículo punto en que alguna vez incluso tararea alguna de las bizarras canciones.

Recomendamos: Hacer algo que nunca pensaste que te gustaría. Como la clase de Alex.

 

#4 Edimburgo

“Una tarde en Edimburgo y entiendes el universo de Harry Potter”. Qué sí, LJ, que te encantó la ciudad y tu viaje por Escocia. El chico admira una ciudad donde los fantasmas son tan reales como los gaiteros, qué le haremos. Si alguna vez perdemos a LJ en verano lo iremos a buscar por las calles de la ciudad vieja de Edimburgo, en alguno de sus cementerios (sólo si es de día, de noche no, que salen los espíritus).

Recomendamos: callejear Edimburgo o dejarte llevar por la magia de cualquier otra ciudad (pero magia en sentido literal, nada de simbolismos de novela rosa).

 

#5 Julio Municio

Cuando alguien te dice que quiere presentarte a su pareja, ya empiezas a temblar. Porque esperas que te caiga bien, porque resulta que piensas que si no te gusta, vuestra relación está condenada a cambiar. Si ese alguien es una persona a quien quieres y con quien cuentas en muchos de los momentos de tu vida, ese miedo crece. Sofia, tenía un run run en el estómago cada vez que le hablaban de Julio. En cuanto lo conoció ya sabía muchas cosas de él. La primera vez que se vieron, Sofia tuvo un flechazo. Julio es alguien que contagia alegría, se ve optimista, divertido y culto. De esa gente que ilumina la habitación en cuanto entra. Ahora sus amigos se han prometido y Sofia espera que Julio, aunque sea a través del teléfono, whatsapp o redes sociales, por cuestiones de distancia, esté presente durante mucho tiempo en su vida.

El bonus de este chico es que escribe un blog, dedicado al arte y a la cultura china. Y para mejorar vuestro día, podéis entrar a leer alguno de sus interesantes posts.

Recomendamos: WoW.

Enlaces: Blog | Twitter

 

#6 la Nata portuguesa y la gastronomía lusa en general

Existen dos edades para viajar: la pobre y la menos pobre. Cuando eres más jovencito (y más pobre) comes muchos bocadillos y mucha comida basura. Es un modo fácil de controlar el presupuesto. Por eso Vicenç, cuando volvió a Portugal y se dijo “esta vez voy a comer de verdad” descubrió que la gastronomía del país vecino es impresionante. Portugal es la cuna de los mejores platos de bacalao del mundo, hacen que comer pescado sea mejor que una pizza (y eso para los amantes de la pizza es mucho decir) y lo que es mejor, en cualquier calle de Lisboa puedes comprar natas. Ese dulce (que a pesar de su nombre no tiene nata, contiene crema, ¡y qué crema!)que te cambia la vida por completo ya que se convierte en una referencia en tu escalera de valores. Ahora las cosas son casi tan buenas o tan buenas como una nata portuguesa.

Recomendamos: no ser tan rata y comer comida local cuando uno viaja; más si es en Portugal. Y claro, ¡probar las natas si aún no se ha hecho!

 

#7 Shakespeare and Company

La mítica librería, actualmente emplazada en el distrito V de París. Especializada en libros británicos y americanos, casi todos en lengua inglesa, es un rincón especial que ningún viajero, y por supuesto ningún turista debe perderse. Tiene una historia muy interesante, seguramente parte leyenda parte realidad. Hay que googlearla y conocerla. Si tenéis la suerte de visitar París, entrad como hizo Sofia, y deambulad entre sus ediciones antiguas, oled los libros, sentaos al piano del piso de arriba y tocad algo, o bien escuchad a quien toca. Empezad un libro, saludad a los otros clientes, sentados en el pequeño escritorio y dejad una nota para futuros visitantes.

Volveréis a casa con la sensación de haber conocido un lugar especial, de esos que se te quedan pegados muy dentro del alma, y que cuando los recuerdas, te hacen sonreír.

Recomendamos Shakespeare and Co (37, Rue de la Bucherie, Paris distrito 5º)

Enlaces: Web

 

#8 Joey Foster Ellis

Un artista americano, formado en China y afincado en Doha. No se trata de un acertijo, es la forma más fácil de describir a Joey Ellis. Un escultor, conservador y algunas cosas más, y sobre todo, un tipo genial al que Vicenç tuvo la suerte de conocer este año. Este escultor y speaker de TED (tenéis que ver más TED talks, todos los que podáis) tiene un estilo único en la combinación de materiales que hace que sus esculturas tengan esa belleza especial de las cosas que te sorprenden. Si bien no es fácil adquirir obra suya (tiene esa tendencia a cosas grandes y caras que son más para museos que para hogares) Merece la pena conocer su trabajo y como no, a él mismo.

Recomendamos: a Joey Ellis

Enlaces: Web | Twitter

 

#9 Pau Varela

O el chico de la barba aficionado a tuits polémicos y con un gran talento literario. LJ no lo conoce en persona, pero es raro, porque el karma ha tejido unas cuantas casualidades en sus vidas, con las que ahora no os aburriremos (porqué LJ es muy peliculero). Pau este año ha publicado su primera novela, Pandora Despierta, y LJ no nos dejará publicar esto si no os invitamos a comprarla.

Recomendamos: Pandora Despierta y que os dejéis seducir también por el talento de los escritores que aún no pueden entrar en los grandes circuitos.

Enlaces: Pandora Despierta | Blog | Twitter

Empatizar

No leo Juego de Tronos, no veo la serie. No es que no me guste, al contrario, admiro la capacidad narrativa de George RR Martin, pero tengo un problema: empatizo demasiado con los personajes. Y ya sabéis qué ocurre cuando te encariñas con alguien en Poniente. Dejé la lectura del primer libro durante el viaje de Invernalia a Desembarco del Rey. La pequeña Aria se hace amiga del hijo del carnicero, se enfrentan al entonces príncipe Jeoffrey y todo parece que acabará mal para el joven siervo. Los seguidores de la saga sabéis que ocurrió, en la versión LJ el chaval regenta una exitosa carnicería cerca del Nido de Águilas. Fin de la anécdota uno.

Me ocurre algo más grave, cuando me engancho a un libro suelo adoptar la personalidad del protagonista. El último caso: la melancolía y la búsqueda del sentido de la vida que sufre Marcus Goldman en “La verdad del caso Harry Quebert”. Ya superado. Aunque fue más complejo cuando, leyendo la trilogía “Millenium”, me convertí en una especie de Lisbeth Salander. Aunque mis amigos no dejan de recordarme lo intratable que estaba leyendo “Los pilares de la tierra”, a lo Lady Aliena. Fin de la anécdota 2. (Y tranquilos, no sufro ninguna patología, eso dice mi psiquiatra).

 

Ahora vamos al fondo. ¿Cómo lo hacemos para que el lector empatice con nuestros protagonistas? ¿Cómo hacerlos próximos? No tengo la respuesta. De hecho, abro el debate para quien quiera aportar sus soluciones. Pero dejo algunas reflexiones.

 

Opción 1. Crea empatía con el villano. Crea al menos una duda razonable sobre la justificación de sus actos que inquiete al lector. Oblígalo a soltar unos minutos el libro para que reflexione sobre si es comprensible la actuación del malo, si él actuaria del mismo modo, si hay algún atisbo de perdón.

Las motivaciones del mal pueden ser por un motivo concreto (un trauma, una venganza…), o por una manera de entender el mundo distinta a la de “los buenos”. JK Rowling usa ese segundo camino para describir la sociedad de magos bajo el control de Lord Voldemort. Habla desde el lado del mal para razonar la supremacía de los brujos sobre los muggles. Obviamente, el lector rechaza esa maldad y se pone del lado de Hogwarts, pero se deja seducir en algún momento por la argumentación. No empatizas con Voldemort (aquí la autora no está muy lucida relatando su mala relación de infancia con su familia muggle), pero entiendes cómo su ideología puede cuajar. Cuando lo lees, en algún momento puedes pensar que esa interpretación del mundo no suena mal, o que es coherente en si misma… Un ejemplo de cómo se consigue que determinadas ideas abominables hayan movido masas en la historia de la humanidad. Rowling nos habla del fascismo adaptado al universo de los magos.

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Volvamos a los personajes, que me he distraído.

 

Opción 2. Del mismo modo, haz imperfecto a tu protagonista. Debe cometer errores, debe tener un lado oscuro. Nunca podrás meterte en la piel de alguien perfecto, tampoco podrás enamorarte de él. Amamos las pequeñas imperfecciones. Sin salir del mundo Rowling, Harry Potter es el héroe que nunca quiso serlo, que vence por accidente, y porqué tiene a un par de amigos cerca. Me cabreé muchas veces con Harry, por imbécil, por tener pocas luces… Y ahí está la magia, me enfadé como me enfado con un amigo, cuando creo que se equivoca. Y allí, Rowling me enganchó.

Opción 3. Muchas veces cometemos el error de hacer demasiado peculiares a los secundarios, dejando a los protagonistas con personalidades planas, que nos permitan usarlos a nuestro antojo para desarrollar la trama. No nos pasemos. Los secundarios deben reforzar el foco de nuestra narración, no distraernos de ella. Este es un problema frecuente en las series, especialmente cuando se alargan en demasiadas temporadas. Los protagonistas son cada vez más insulsos y poco sorprendentes y la extravagancia se focaliza en los secundarios chistosos: ¿Cuántas veces habéis pensado que lo que menos os gusta de una serie es el prota?… Si queremos tipos peculiares en nuestra novela que lo sean un poco todos. Vale, os dejo crear algún secundario raro, pero que los ojos del lector no se enamoren demasiado de él, o perderán interés por la trama central.

Opción 4. A la gente le pasan cosas normales. Los superhéroes discuten con su madre por qué no llevan chaqueta cuando hace frio. El doctor más maligno tiene dolor de muelas. El príncipe encantador tiene inseguridades. Esas microtramas, además de desgrasar la historia y dar algo de respiro al lector, humanizan y acercan al personaje. Las charlas de telefónicas de Marcus Goldman con su madre en “La verdad del caso Harry Quebert” son buen ejemplo de ello: durante algunos párrafos escapas de la cada vez más agobiante Aurora para reírte un poco.

Si me queréis de lector, haced que pueda adoptar la personalidad de alguno de vuestros personajes. Pero no los maltratéis demasiado, o vuestros libros quedaran inacabados guardando polvo en los estantes.

Espero replicas.

 

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Cuestión de detalles

Uno de los retos de escribir fantasía o cifi es la necesidad de construir un mundo verosímil donde se desarrolle la acción. La misma libertad que te da poder crear un universo a medida té exige un gran rigor en su desarrollo. Es la versión del escritor del “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” del tío Ben. Bueno… esta tarea no es sólo propia de este género, sino de cualquier creador de mundos.

En la mente del autor existe ese mundo hasta el más mínimo detalle, incluso sabes cómo huele y si hay ratas en las alcantarillas o bichejos verdes que esperan el momento para acabar con la especie humana. Puede que este universo se reconfigure según las necesidades creativas, cómo la Fantasía de la Historia Interminable.

Cuando te pones a teclear y concretar ese universo en una trama debes decidir qué parte de ese mundo cuentas, y qué parte dejas a la imaginación del lector. Tolkien nos daba poco margen, detallaba bien su Tierra Media, todo un mérito. El riesgo es construir libros pesados sólo aptos para lectores muy proclives. A mi Tolkien me aburre, lo siento. Pero no le quito mérito, no todos los autores son para todos los lectores. Lo diré así, digiero mejor a Tolkien pasado por Jackson, siempre que no sea la versión extendida de El Hobbit.

Y bueno, tras haberme ganado más de un unfollow, sigamos.

No me gusta describir demasiado a mis personajes, sólo en esos aspectos que son necesarios para la trama. Lo mismo me pasa con los escenarios. Prefiero que el lector los componga a partir de sus recuerdos, de su imaginación, de sus propios anhelos y deseos. Puede que pida demasiado a mis lectores, o que mis textos sean para un tipo de lector.

Hace unos días criticaban una buena novela por qué no detallaba suficientemente una determinada sociedad que aparece en alguno de los capítulos. El autor de la crítica (al que me niego a llamar “crítico”, los motivos los desarrollaré otro día) quería conocer más de esa microsociedad, sus motivos y razones, y se enfadó por no poder hacerlo. El autor de la novela podría haber hablado más de esa micromundo, ¿pero eso hubiera aportado algo más al desarrollo de la trama? Creo que no, la microsociedad cumplió su función respecto a la trama y los protagonistas. Desarrollar esa línea argumental sólo habría alargado unas páginas la novela, que podrán haber sido brillantes, pero innecesarias.

Hace unos días leí también una crítica de “Interstellar”. Entre los puntos fuertes, se alababa a Nolan por no dedicar demasiado tiempo a contar la distopia de la que parte la película. Es cierto, el director va al grano y nos cuenta lo justo. Dedica el metraje a desarrollar su aventura. Desarrollar la historia previa habría dado otra peli, puede que igual de buena, pero otra.

Como lector tiendo a recorrer en diagonal los párrafos descriptivos – y las acotaciones que hablan del estado emocional del personaje mientras está hablando –. Como autor aspiro a contar al lector aquello que le sea imprescindible para que pueda entrar en mi mundo. Prefiero que sus recuerdos, su imaginación, sus propios anhelos y deseos llenen los huecos que he dejado a propósito y hagan suya la historia. Quiero que el día que hagan la peli, porqué harán la peli, mi lector convertido en espectador diga “pues al prota no lo imaginaba así para nada”.

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Lugares para ser feliz: Medusa L’Escala

Empecé a frecuentar el Medusa en junio de 2013, poco después de su reinauguración, cuando esto de escribir se convirtió en una necesidad vital insalvable y un serio proyecto profesional. Buscaba un lugar tranquilo y bonito en el que pasar horas escribiendo sin que me mirasen mal por ocupar una mesa tanto tiempo. Me gusta pensar que fui uno de los primeros clientes del Medusa, y que sigo siendo un cliente fiel, a pesar que sólo pueda visitarlos un fin de semana al mes. Es lo que tiene vivir a 115 kilómetros.

En el Medusa tengo mi rincón para escribir, la mesita en el interior frente al mar. Esa vista que no me canso de fotografiar y que, recurrentemente, aparece en mi Instagram, para mayor sorna de mis amigos. Que el Medusa esté situado en un rincón de la playa le da un carácter especial, acogedor, íntimo.

El Cargol. Foto: Ricardo Salas.

Pido un café con leche y un bocadillo o una porción de pastel, abro mi portátil rojo, pongo música y dejo que me visiten las musas. Mucho de lo que he escrito ha nacido aquí, las vistas me han inspirado. Incluso algunos de mis personajes han tomado forma observando los lugareños.

La mayoría de cuentos de la saga inacabada de las Crónicas de las Hilanderas son hijos de este paisaje. Imaginé los barcos de “Todo brilla bajo el sol” navegando tras el Cargol (esta roca que veis en la foto en medio de mar), “El Reino de las Nubes” se mostró ante mi observando el cielo sobre el Hostal Empúries (que puede que hayáis visto en algún anuncio).

Incluso, cuando me pongo postapocalíptico (eso en la novela que escribo y no dejo leer aún a nadie) llevo a mis personajes a mi pueblo y el Medusa sigue aquí, con alguien tocando el piano y Ricardo, el jefe, sirviendo cafés (o el brebaje que exista en un mundo postapocalíptico).

Si algún día consigo vivir de esto de escribir, puede que Ricardo me pida algo de derechos de autor. Aunque yo aspiro a hacerlo rico (no sé si quiere hacerse rico) del mismo modo que The Elephant House en Edimburgo se llena de fans de Harry Potter (para los despistados, es la cafetería donde se dice que JK Rowling escribió la primera novela de la saga, al abrigo de una calefacción que no podía pagarse en casa). Por cierto, poco después de escribir esto me ha vendido un décimo de la Lotería de Navidad, otra forma de hacernos ricos: el 35.078.

Medusa. Foto: Ricardo Salas.

Medusa L’Escala


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Todo el mundo odia a Bella Swan (o porqué las protas sosas triunfan)

Nota: esta entrada la escribí hace varios meses, lo digo por las referencias temporales que aparecen en el texto.

Sosa. Insulta. Poco agraciada. Depresiva. Y a pesar de ello, es la chica deseada por los guapos. Sí, hablo de Bella, la protagonista de Crepúsculo.

Reconozco que hablaré básicamente de la versión cinematográfica, no me he leído las novelas (y eso no sé si es para alabarme o fustigarme).

Ayer, viendo “Híncame el diente” (la enésima entrega de la saga de parodias de pelis de moda) reí cuando caracterizaron tan claramente a la protagonista de Crepúsculo, el personaje interpretado por Kristen Stewart. No sé si me cae peor la actriz o el personaje.

Tras un tuit mío, comentando que me gustaba más la chica de la parodia, que Stewart, este comentario de Rubén Falgueras (@RFPradas) en me hizo reflexionar “Amigo!!! No me amargues la noche recordando la primera Saga para mujeres Desesperadas!!” Pensé ¿con lo odiosa que nos parece la saga a nosotros, porqué ha triunfado tanto? Y esto vale tanto para las novelas como para las películas.

La primera reacción seria pensar que el interés radica en los dos chicos protagonistas y los secundarios masculinos. Todos modelos de carpeta de adolescente. Pero esto no valdría para las novelas.

Otra motivación, válido en las novelas y el cine: la atracción por un mundo desconocido y sobrenatural. Algo diferente tras la aburrida realidad que vivimos, llegar a ser diferente. Esto es un sueño muy propio de la adolescencia, nos acercamos a la motivación de fondo, pero queda algo más.

Me vino a la memoria lo que le leí una vez a no ser qué actor guapo de Hollywood: contaba que casi no lo eligieron para un papel (o directamente no lo escogieron, no recuerdo ese detalle) por ser demasiado guapo, los espectadores no se identificarían con él.

Identificación, aquí está la clave. ¡El éxito de la saga Crepúsculo radica en Bella! ¡La odiosa Bella! Bella es la chica insulta, anodina y transparente en la que se pueden sentir identificada muchas adolescentes. Y es la que enamora a los guapos, en una pelea casi a muerte por ella: lo que desean todas esas chicas.

Bella es la “elegida”, una simple humana introducida en un mundo fantástico de vampiros y hombres lobo, se convierte en el centro de una lucha ancestral. Bella se convierte en protagonista y una parte más de ese mundo sobrenatural. Las lectoras y espectadoras también sueñan en eso: cambiar de pueblo enamorar a un misterioso vampiro y a un hombre lobo cachas. Coquetear con los dos, elegir a uno. Y convertirse en un ser poderoso. Vamos, cambiar su vida a una mejor.

¿Por qué Bella elige a Edward y no a Jacob? Porqué Bella puede convertirse en vampiro, hombre lobo se nace. Así, la completa transformación del patito feo (simple humana) en cisne (ser sobrenatural) sólo era posible vía vampirismo. Por cierto, no casualmente Bella se apellida Swan (cisne en inglés).

Y no pensemos que eso es sólo algo para enganchar a lectoras adolescentes. Eso sirve para pillar a chicos adolescentes y a lectores de todas las edades. El recurso del chico vulgar convertido en el elegido que alberga un gran poder es un recurso muy común en el género. Peter Parker, ese estudiante sin nada en particular mordido por una araña radioactiva que hace surgir a Spiderman. Harry Potter, convertido en elegido por el sacrificio de su madre. Sam Witwicky (Shia LaBeouf) un chico invisible que compra un coche Transfomer y se liga a Megan Fox. Frodo, casi el Hobbit que pasaba por allí, portador del anillo único y salvador de la Tierra Media. Blancanieves, la gran siesa de la literatura infantil clásica, que sólo está allí (lease en clave peli Disney, no en mi versión del cuento).

Así que ya lo sabéis, ¿queréis a un prota que enganche? Buscad a la persona más invisible, vulgar, cotidiana, insulta, sosa, aburrida, siesa… Metedla por casualidad en medio de algo, luego rodeadla de gente poderosa… Convertidla en el elegido… y a cobrar derechos de autor. No pasa nada, lo hacemos todos.

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Gente a la qué odio: Pau Varela

O porqué no puedes dejar de leer “Pandora Despierta”.


Atención: esta post contiene spoilers del libro. Aunque intentaré que sean pocos, prefiero que os los toméis cómo ganchos.


 

Pau Varela luciendo novela

Pandora Despierta: una Barcelona pos apocalíptica mediante invasión alienígena. Un joven cualquiera intentando sobrevivir en la ciudad: contra los invasores, contra el resto de humanos, contra él mismo.

 

 

 

 

Nivel 1: La acción. El prota dando tumbos perdido por la ciudad, primero sólo, acompañado después. Nos lleva por muchos rincones de Barcelona: el Eixample, un badu, Sants, el Camp nou, Montjuïc, pisos y más pisos vacios… El pobre chaval tiene poco tiempo para aburrirse, en constante movimiento para sobrevivir, hallar comida, evitar enemigos… Personalmente me quedo con el badulake y el ataque inicial en la Vall d’Hebron. Puedes visualizar fácilmente las escenas (ya tarda la peli).

Nivel 2: la introspección. Un chico que se sentía perdido en el mundo anterior intentando sobrevivir en un mundo destruido. La gracia es que ese chico no tiene nada que lo haga especial, no es un elegido, sólo pasaba por allí. Podríamos ser cualquiera de nosotros, por eso te enfadas con él cuando no hace lo que tu harías (soy muy de enfadarme con personajes). El chico evoluciona, se reencuentra, le vuelve a dar sentido a su vida. Es un prota al que le tomas cariño, después de querer darle un par de hostias.

Nivel 3: el trasfondo. Pau Varela reflexiona sobre una sociedad que estalla y debe reconstruirse. ¿Qué pasa cuando la cultura que nos conforma desaparece? Habla de la necesidad de tener identidad: lo apunta con el incidente de la calle tomada, pero lo desarrolla magníficamente en el Castillo de Montjuïc (el grupo, el poder, el otro…) Para aquellos que alguna vez hemos dedicado esfuerzos los conceptos de cultura e identidad, Pau Varela nos da elementos interesantes de reflexión.

 

De la forma. Pau Varela tiene una gran capacidad narrativa, una buena combinación de acción, descripción y reflexión. Narrado en primera persona, es fácil ver la ciudad derruida, los edificios humeantes, los bichos acechando…; tener hambre, sentir miedo; suciedad, asco.

 

¿Es una obra perfecta? No. Es una primera novela, y adolece de varios problemas. Pero intrascendentes, los perdonas y quieres más: Quieres saber qué ocurre en ese barco.

Lo sé, es una crítica poco crítica, pero es que odio a Pau Varela por lo bien que escribe. Y me cae bien, y este es mi blog, hablo bien de quien quiero.

 

Pau es de esas agradables coincidencias que te da la vida. Un día encuentras un nuevo follower en twitter que resulta ser un chico guapo y, con todo el criterio del mundo, lo sigues. Que luego resulta que hemos crecido en el mismo pueblo, pero no nos conocemos (nos llevamos como 10 años). Y que a la que hablas con él y lo lees, resulta que escribes de los mismos temas y compartes neuras.

El proyecto de novela que tengo entre manos tiene muchas coincidencias con Pandora Despierta. Leerla me ha ayudado mucho a reflexionar y tomar decisiones en mi obra. Planteamos temas comunes y marcos similares, aunque tomamos caminos muy diferentes. Y algo parecido ocurre con otros proyectos que tenemos entre manos.

Somos víctimas de un mismo entorno, es fácil que ocurran esas coincidencias. Y me gustan. Bromeo con Pau que, cuando seamos ricos y vendamos lo que no está escrito, algún crítico literario se dedicará a estudiar las coincidencias entre su obra y la mía. Y dirá que él es Mozart y yo Salieri: él es mejor escritor.

Por eso lo odio, pero no lo mataré. Me conformaré en que sea él quien pague las copas.


 

Enlaces:

Pandora Despierta en papel

Pandora Despierta para ebook (ePub)

Pandora Despierta para Kindle

Blog de de Pau: El Astronatua Imposible

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Esos días asesinos

¿Quién no ha deseado alguna vez sentirse libre como Michael Douglas en “Un día de furia”?

Hoy es uno de esos días. Y ya que está mal visto sacar la pistola y reventarle la cabeza a la gente, los que nos dedicamos al bonito arte de escribir tenemos la opción de torturar a esas mismas personas en nuestros textos.

No me resulta fácil matar a mis personajes. Se resisten en el papel a morir, me ofrecen alternativas. El último caso: ayer por la mañana, mientras desayunaba una chiquilla observaba como mis dedos asesinos describían su fallecimiento, pero su carita de pena, a lo Gato de Shrek, pudo conmigo. He tenido un fin de semana débil, y se ha aprovechado de ello. Por ahora, sigue viva.

En otros casos, ese chico malo de intereses oscuros, que acaba mostrando sus motivos a lo largo de las páginas, se apega a la vida narrativa. Tú sabes, desde que lo concebiste, que debe morir, es uno de los clímax, la catarsis que necesita la heroína de la novela. Y lo apuntas con tinta negra digital y disparas. Y mientras se desangra en el suelo, te sientes mal. Eres un maldito asesino.

Por ello, cuando decidas liquidar a alguien, ponle la cara de esa persona que odias (siempre odiamos a alguien), que te ha puteado el fin de semana, o la vida entera. No importa, imagina que es él quien se enfrenta al filo de un cuchillo de cocina, y dale fuerte. Lo mejor, o lo peor, es que nadie más que tú sabrá que ese personaje tiene cara y nombre en el mundo real. Nadie te recriminará que seas un potencial asesino en serie, sólo alabaran tus dotes pudiendo imaginar ese tipo de situaciones.

Y sí, yo también creo que George RR Martin debe tener muchos días de furia.

 

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La Polinesia Meridional

Música con la que escribo.

Hoy, La Polinesia Meridional de La Casa Azul.

En la versión que escribe mi mente, montamos en un pequeño avión birreactor, a mediados de siglo veinte, en una realidad en colores pastel y acuarela dibujada en una libreta de apuntes.

Volamos observando esas pequeñas islas casi desconocidas en las que imaginamos nativos vestidos con hojas de palmera comiendo fruta caída de los árboles. Soy un viajero europeo etnocéntrico y prejuicioso. Perdonadme, es el personaje.

En la avioneta monta esa gente a la que más quieres, y a la que te llevarías a unas vacaciones de ensueño. Los chicos con pantalón corto blanco y camisa floreada, las chicas con vestidos vaporosos y pamelas de paja. Mientras sobrevolamos el Pacífico, una amable azafata con corona de flores nos ofrece cócteles en enormes vasos a base de zumos y alcohol que no da resaca.

Leí hace poco, o lo vi en algún documental, que lo que da placer a nuestro cerebro no son los premios o recompensas sino el momento previo a obtenerlos. El pitido del whatsapp y no el mensaje, el papel de regalo y no el contenido, el momento de llamar al timbre de su puerta y no su sonrisa al abrirla. Vale, su sonrisa siempre nos da un poco de placer extra.

Disfrutamos más del camino que no de la meta. En mi versión, la avioneta va cargada de esa gente a la que más quiero, disfrutando del vuelo que nos lleva a la Polinesia Meridional.


La Casa Azul tiene esa capacidad de remontarte el ánimo. La banda sonora perfecta para los retos del día a día.

La Casa Azul me ha regalado grandes momentos en sus conciertos y deliciosas coincidencias con amigos.

Guille (para los neófitos, él es La Casa Azul) y yo vivimos en el mismo pueblo. Me he encontrado con él varias veces, pero nunca me he atrevido a decirle nada. Me puede mi timidez y actúo de discreto voyeur. Un día, muy por la mañana, saliendo a correr, y sacando el hígado por la boca, girando en una calle, casi me lo como. Se le quedó cara de susto, pobre.

Un día puede que lo salude.