Archivo de la categoría: Escritores Residentes

No todo es escribir, también se puede editar. En esta categoría recopilo las colaboraciones de otros autores en el blog.

Elliot, historia de un dragón (17)

Por Maria José Cavero 

 

Rápido, como una exhalación, saltó al acantilado atravesando como un rayo la entrada del castillo.

Y de repente, se vio por unos segundos suspendido en el aire, con el viento acariciando su cuerpo, disfrutó como suponía que hacían los pájaros todos los días.

Pero esos segundos pasaron rápido, y la ley de la gravedad volvió a presentarse como la destructora de sueños que siempre había sido.

Con sus más de 500 toneladas avanzando a gran velocidad sobre el acantilado, su vida entera pasaba por delante, bueno…su vida no, solo aquello que recordaba, su estancia en una cueva y como conoció a Pedro. Y justo en ese momento, cuando su monótona vida pasaba en milésimas de segundo por su cabeza se dio cuenta que durante los últimos 80 años no había hecho más que esconderse, huir, vivir sobreviviendo.

La rabia que corría por sus venas le hizo despertar de su ensoñación y como si fuese parte de un encantamiento, y porque las rocas cada vez estaban más cerca de su cuerpo, movió sus alas. De arriba a abajo, de arriba abajo, con toda la fuerza, la voluntad y el esfuerzo que pudo… y cuando tan solo quedaban un par de metros para impactar contra las rocas, sus pequeñas alitas remontaron el vuelo, al menos lo justo para caer unos cuantos metros más atrás donde se sumergió en las oscuras profundidades marinas.

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (16)

Por Maria José Cavero 

 

Si lo habían visto, este sería el fin de su aventura. ¿Qué preferirían un gato o un dragón? ¿Qué le gustaría más a un rey?

Tenía que asegurarse de cuál sería el próximo paso.

Se dirigió al rio, cruzó el puente y se quedó observando la torre tras los últimos árboles que había antes de llegar a la entrada de la fortificación. Estaba muy cerca, podía escuchar los ruidos que salían de la estancia, había movimiento, ruidos metálicos, caballos relinchando… ¿Armas? ¿O la cubertería de palacio anunciando que se acercaba la hora de comer? Que fuese lo segundo, por favoooor, pensó.

¡Hay que averiguar que pasa! ¿Será por mí? ¿Me han visto? Tenía que adelantarse a la situación pero… ¿cómo hacerlo? El largo cuello esta vez no le valía de nada, el balcón era mucho más alto que él, y esconderse tras un árbol y esperar, no era una opción.

¡Piensa Elliot, piensa! ¡Tienes que saber que están tramando!

Y movido por el miedo, las prisas y el corazón, miró hacia el acantilado, estiró sus pequeñas alitas y pensó: ¡Yo puedo volar!

¡Inténtalo! Es la única forma de escapar, pensó.

Nunca lo había hecho. Con las leyes de la física en la mano, Elliot sabía que su cuerpo grande y pesado sería incapaz de alzarse con unas diminutas alitas de murciélago.

Pero algo había cambiado en él, las leyes de la física habían pasado a un segundo plano y la prisa por desaparecer de ese bosque ahogaba su racionalidad. Sabía que existían las sirenas, había visto un gato hablar y una vieja vivía en una casita de caramelo ¡Él también podía volar!

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (15)

Por Maria José Cavero 

 

¡Bruja estúpida!

Con ese alarido no tardarán en venir a socorrerla… ¡hay que esfumarse!

Al menos todo el mundo creerá que fue culpa del gato parlante…¡gracias vieja!

Y siguió su camino dejando atrás la casita de caramelo.

Con la tripa llena y más pesado que nunca, avanzaba sigilosamente en dirección contraria.

Se paró en un claro, alargó su cuello por encima de la copa de los árboles y vio como veinte hombres subían la colina en dirección a la casita de la vieja armados con arcos y flechas. La caza al bebedor de sopa había empezado.

Ese gato se las sabía todas y probablemente ya estuviese subido a una rama contemplando sonriente como le buscaban por cada resquicio del bosque. No había problema, seguro que estaba a salvo.

Girando la cabeza hacia el extremo más oriental divisó el mar y su cueva-hogar. La mirada se le nubló y a punto estuvo de derramar una lágrima, pero antes de que sucediese giró la cabeza un poco más y entornó los ojos…

A lo lejos, cruzando el puente del rio, una torre se alzaba por encima de la espesura de los pinos. Debía tener unas vistas fantásticas.

Sin duda, era de un rey. Desde el balcón se podía divisar todo lo que ocurría en las inmediaciones, podías controlar todo el valle.

¡Mierda!¡Podrían estar observándole en este momento!

¿Lo habrían visto? Con la vieja chillando y quejándose, los muchachos dando caza al gato, fijo que el señor de la torre había salido a ver que pasaba ahí fuera. ¡Mierda, mierda, mierda!- pensó.

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (14)

Por Maria José Cavero 

 

Hipnotizado por el olor, vio como la señora abandonó el caldero para salir por la puerta de atrás donde tenía un pequeño huerto.

Cegado por el hambre no se lo pensó ni un minuto. Dio un paso al frente hasta la puerta principal y entró en la casa.

Directo al caldero, alargo su cuello y olfateó el delicioso aroma que salía de aquella receta. Tomó un sorbo, luego otro, y así hasta que solo quedaron un par de cucharadas en el caldero. Era el mejor caldo que había probado. Tenía un sabor que no reconocía, quizá fueran las especias…fuera como fuese, cumplió su cometido, le llenó el estómago para continuar su camino.

¡Oh! La mujer se acerca, se escuchan sus pasos dirigiéndose a la puerta trasera. ¡Corre sal de allí! Pensó.

Con los nervios a flor de piel, giró su cuerpo y salió escopetado por la puerta contraria por donde aparecería la vieja bruja.

Al salir su cola golpeó en el caldero, y el poco mejunje que había dejado quedó esparcido por el suelo de la cocina.

Con el corazón bombeándole a toda pastilla se escondió detrás de un pino cercano y espero.

Cuando la señora entró y vio su caldero en el suelo, emitió un quejido que se pudo oír en todos los rincones del bosque y quizá también del pueblo. Ni un lobo podría haberlo hecho mejor.

  • ¡Malditooooo gato!

Ya vino otra vez a buscar su almuerzo. Ese gato se cuela en cualquier lado, ¡Parece ser invisible! ¡Menuda hora la que se me ocurrió dejarle en el bosque!

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (13)

Por Maria José Cavero 

 

Soñó con Pedro, con la sirena y con el gato pirado. Había pasado un día y los recuerdos y aventuras vividas se amontonaban entre sus pensamientos.

Despertó con una sonrisa, un rayo de sol le daba directamente en la cara, bostezó satisfecho por no tener que ocultarse de nadie ni nada y emprendió su camino.

Tenía hambre, y su potentísimo olfato le guio hasta una casita cercana. Estaba en medio del bosque, apartada del pueblo, era pequeña, con una fachada llena de color y una estructura poco común. Le recordaba a una tienda de chucherías de esas de antaño, y por el olor que desprendía su chimenea, se estaba cocinando algo muy muy apetecible.

Se acercó más. Asomando la cabeza por la ventana vio a una señora mayor, ajada y encorvada sobre un caldero que cantaba y reía mientras daba vueltas al caldo que borboteaba sobre el fuego.

Lo que daría ahora por probar ese brebaje. No tenía frío, solo hambre, él nunca había cocinado algo que oliese tan bien.

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (12)

Por Maria José Cavero 

 

Elliot, mientras miraba entretenido dos cuervos que discutían en una rama, topó con algo que le impedía seguir su camino.

Al bajar la cabeza, encontró un pantano cubierto de zarzas. Había zarzas entrelazadas, con pinchos muy afilados que se extendían de izquierda a derecha y de arriba abajo, formando un muro difícil de traspasar. Entre las zarzas, varios rosales amontonaban sus rosas entre las espinas y los nudos y visto desde lejos, era una auténtica preciosidad, pero en distancias cortas,  las espinas resplandecían a la luz del sol como afiladas lanzas esperando una señal de ataque.

La piel de Elliot era más dura que la de un elefante, y sabía que una espina de diez centímetros no podía perforarla, por eso, sin dudarlo, apartó con las manos las zarzas y se abrió camino entre el muro vegetal.

Siguió caminando, hasta que el sonido de los cuervos cambió por el silbido animado de gorriones, cantarines y periquitos, que posaban cuidadosamente sus patitas entre las espinas para impregnarse del maravilloso aroma que desprendían las rosas.

Al poco tiempo su camino mejoraba. Cada vez había menos espinas y el paseo se hacía más llevadero.

Por fin consiguió salir del muro espinado, agotado por el esfuerzo, tomó asiento, se apoyó en la corteza de un árbol y cerró los ojos.

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (11)

Por Maria José Cavero 

 

– Sí, claro, se lo diré.

Respondía mientras pensaba: ¡Gato pirado…no se creía Cheshire!

Se sabía de memoria Alicia en el País de las Maravillas. Tantas veces lo había leído con Pedro que ambos podían relatar la novela sin pestañear.

Pero lo raro no era que estuviese loco, todos los que habían pasado por la ciudad terminaban así, lo raro era que también buscase a Pedro ¿de qué le conocía?

Sabía que era absurdo entablar una conversación con el animal. Si ese gato tenía tan interiorizado el personaje de Cheshire, poca información podría sacar. Así que mirándole a los ojos se despidió con un guiño y una sonrisa, y continuó su camino por el bosque maldito.

Pasadas un par de horas, el sol empezaba a ocultarse tras el horizonte y los delgados rayos de luz atravesaban la espesura de los pinos. En ese momento de la tarde, el bosque maldito perdía todo su misterio, a esas horas, el sol le ganaba la batalla a las sombras.

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

Elliot, historia de un dragón (10)

Por Maria José Cavero 

 

Era un gato. ¿Se habría escapado? No parecía llevar collar… ¿Qué hacía un gato en el bosque? Sin moverse para no asustar al animalito, acercó el hocico a su presa y esta respondió con un bufido. Sí, era un gato.

Volvió a su posición y le guiñó un ojo, el gato respondió con otro guiño. Volvió a hacerlo, y el gato lo imitó, sacó la lengua, el gato también, movió las orejas, sopló, levantó una ceja y el gato siguió imitando cada uno de sus movimientos.

Elliot disfrutaba con el juego, y con una mueca dejo entrever una sonrisa.

El gato siguiendo los pasos de Elliot, abrió su inmensa boca y le mostró unos dientes color marfil afilados como puntas de espada que tenían el mismo brillo con el que resplandecía la luna en noches de cuarto menguante. La sonrisa le abarcaba toda la cara, el gato era a una fila de dientes y un poco de pelo que parecía estar disfrutando del momento.

–          Hola! Me preguntaba si has visto a un niño con mochila por aquí. Te seguía porque creí que jugabais a un juego de esos de chiquillos. Por cierto, ¿Tú no eres el mismo que al otro lado del acantilado leías cuentos a la luna? Bueno, al grano. Sabes de quién te hablo ¿verdad? Es importante que lo encuentre, si le ves, dile que venga, que hoy celebramos su no cumpleaños!

 

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán