Elliot, historia de un dragón (9)

Por Maria José Cavero 

 

Cada vez más cerca, algo se aproximaba con cautela.

Elliot, giraba su cabeza una y otra vez con la intención de averiguar qué era lo que hacía crujir las hojas secas que cubrían el suelo del bosque maldito.

No tenía nada que temer, era un dragón y no había en el mundo criatura más grande y poderosa que él. Sin embargo, sentía curiosidad, la misma que le llevó a tirarse al mar al escuchar la voz de la sirena.

Siguió caminando con el ruido de las pisadas a tan solo unos metros de distancia. Tendámosle una trampa, pensó.

Tumbó su cuerpo al lado de un árbol y colocó su cola y cuello extendidos, esperó.

Al cabo de unos minutos algo rozaba su piel, alguien caminaba por el espacio que había entre el tronco del árbol y su cola. Con un movimiento muy lento y sin hacer crujir ni una sola hoja, enrolló su cuello alrededor del tronco y fue deslizando la cabeza hasta su cola, donde sentía el roce con el cuerpo del acompañante misterioso.

Mientras rotaba sobre sí mismo, la figura dejó de moverse y se paró. Podía sentir sus latidos agitados. Ocultando la cabeza tras el tronco del árbol, vio una figura pequeña, de unos 50 centímetros con el cuerpo recubierto de pelo, pelo gris, ennegrecido como el bosque en el que habitaba… siguió girando el cuello hasta que descubrió unos gigantescos ojos amarillos que observaban sus movimientos con una mezcla de curiosidad y miedo.

 

Dragon MJ

Ilustración de Daniel Montero Galán 

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